Carteles, afiches y pósters en el entorno escolar: clasificación, diferencias y usos recomendados
Existen múltiples formas de exponer un tema en el ámbito educativo: desde clases magistrales hasta presentaciones interactivas, cada modalidad ofrece distintos recursos para enriquecer la experiencia de enseñanza-aprendizaje. Uno de esos recursos, vigente desde hace décadas por su accesibilidad y bajo costo, es el cartel.
A menudo escuchamos los términos cartel, afiche y póster como si fueran equivalentes. No obstante, conocer sus características específicas permite aprovechar al máximo sus funciones comunicativas. En esta primera parte de la guía se abordarán las diferencias entre estas tres variantes y sus usos recomendados dentro del entorno escolar.
Aunque en el ámbito latinoamericano los tres términos suelen emplearse como sinónimos, cada uno presenta particularidades. En general, los tres se definen como soportes físicos en papel de formato medio a grande (u otros materiales similares como cartulina) cuyo propósito es comunicar un mensaje, aviso o contenido visual.
Las definiciones varían según el autor o disciplina, pero se puede establecer la siguiente generalización funcional:
Estos formatos tienen equivalentes reconocibles en la vida cotidiana: los pósters de cine, los afiches publicitarios y los carteles de propaganda son ejemplos característicos (Samara, 2014).
Dentro de las necesidades escolares, carteles y afiches se utilizan frecuentemente en exposiciones, donde el público se ubica a cierta distancia del material, lo cual obliga a una composición de elementos clara y de gran visibilidad. El póster, por el contrario, resulta más adecuado en contextos donde el espectador puede acercarse, como zonas de decoración o consulta permanente.
Este tipo de diferenciación no solo facilita el proceso de diseño, sino que permite una planificación más efectiva del recurso visual según la finalidad pedagógica y el espacio físico disponible.
El uso de carteles en el aula no se limita a la decoración. Como recurso gráfico, permite organizar y jerarquizar información, favorece la exposición oral, estimula la memoria visual y desarrolla competencias en síntesis de contenidos. De hecho, se ha demostrado que los materiales visuales bien diseñados pueden mejorar la comprensión lectora y la retención de conceptos (Mayer, 2009).
Incorporar este tipo de herramientas gráficas en proyectos escolares fomenta el aprendizaje activo y colaborativo, además de ofrecer a los estudiantes una experiencia creativa ligada al desarrollo de habilidades comunicativas.
Una decisión acertada comienza por responder esta pregunta:
¿Dónde y cómo se verá el recurso?